lunes, 8 de noviembre de 2010

Lie to me (parte 2)

(continuación de Lie to me (parte 1) )

Según Ekman, solo unos pocos pueden detectar mentiras. En ese sentido, en un reciente artículo publicado en la revista Semana [3], se afirma que apenas el 1 por ciento de cada 15.000 individuos detecta a un farsante con mirarle la cara. En el mismo artículo, la doctora Rita Karanauskas [4] explica que se trata de un conjunto de factores que se deben analizar muy bien por una persona experta y que es como armar un rompecabezas ya que no hay un solo rasgo ni una palabra que delate a un mentiroso exclusivamente.

Como quiera que sea, resulta ser una ciencia fascinante. Ekman ofrece un entrenamiento especial (METT: the micro-expression training tool) que, entre otros, permite detectar más fácilmente las mentiras. Se basa en el desarrollo de la habilidad de detectar micro-expresiones faciales, invisibles para el ojo inexperto, ya que ocurren entre 1/15 y 1/25 fracción de segundo, según lo explica Ekman.

Ciertamente me encuentro evaluando la posibilidad de inscribirme en ese entrenamiento; de seguro me evitaría muchos dolores de cabeza y desilusiones en el futuro y quizás, por qué no pensarlo también, le evitaría a otros la penosa situación de tener que persistir en sus mentiras -o embarcarse en otras más graves- para sostenerse: ya Alexander Pope (sátiro y poeta inglés del siglo XVIII) dijo: “el que dice una mentira no sabe la gran tarea que ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener esa primera” [5].

En fin. Ya, de alguna manera me había referido al tema [6] y no quiero ser reiterativo. Por el contrario, quiero mantenerme positivo y optimista ante la condición humana y asumir los términos del famoso poema Desiderata: “el mundo está lleno de engaños, mas no dejes que esto te vuelva ciego para la virtud que existe. Hay muchas personas que se esfuerzan por alcanzar nobles ideales”.

Y para finalizar, solamente dejarlos con una de mis citas favoritas: “visteis, como en las farsas de la vida, que a estos muñecos, como a los humanos, muévelos cordelillos groseros, que son los intereses, las pasioncillas, los engaños y todas las miserias de su condición: tiran unos de sus pies y los llevan a tristes andanzas; tiran otros de sus manos, que trabajan con pena, luchan con rabia, hurtan con astucia, matan con vilencia. Pero entre todos ellos, desciende a veces del cielo al corazón un hilo sutil, como tejido con luz del sol y con luz de luna: el hilo del amor, que a los humanos, como a esos muñecos que semejan humanos, les hace parecer divinos, y trae a nuestra frente resplandores de aurora, y pone alas en nuestro corazón y nos dice que no todo es farsa en la farsa, que hay algo divino en nuestra vida que es verdad y es eterno, y no puede acabar cuando la farsa acaba” [7].


[3] “Los cazamentiras”, Revista Semana, ed. 1486, octubre 25 de 2010
[4] Administradora de empresas de la Universidad del Rosario, quien desde hace tiempo se dedica al manejo de imagen y la comunicación no verbal y hoy es de las pocas colombianas certificadas por Ekman como cazamentiras, cf. ob. cit.
[5] He who tells a lie is not sensible of how great a task he undertakes; for he must be forced to invent twenty more to maintain that one
[6] Ver El poder del chisme y rumor .
[7] Jacinto Benavente “Los intereses creados”, Acto II: Cuadro tercero, Escena IX


1 comentario:

  1. Francisco Soler Peña9 de noviembre de 2010, 12:04

    Como lo dice el columnista, el tema del poder y la moral da mucho de qué hablar. Quiero ampliar hablando del siguiente tema: El poder no solo corrompe sino aletarga.

    Hay quienes llegan al poder y se corrompen como es el caso del rector de la universidad y del integrante del consejo de administración del conjunto residencial que anota el autor de la columna que comento. Pero también hay casos de aletargamiento de los que ostentan el poder.

    Sobre casos de aletargamiento quiero traer un ejemplo. En una organización en la que presto mis servicios, el encargado de la sección de personal para la regional Bogotá está aletargado por el poder. Este personaje luchó intensamente por llegar a ese cargo. No sé con cuáles argumentos, pues los que estamos debajo en la jerarquía organizacional pocas veces nos enteramos de los argumentos que se le esgrimen al patrón para que se reciba el cargo. Sea como sea, cuando al fin se posesionó como encargado del personal de la regional, se le olvidó (si alguna vez lo tuvo claro) el norte de la dependencia. No hay peor causa para el aletargamiento que la ignorancia (que puede ser superada) acompañada del poder (que es insuperable). Pues sí, ese fue el caso de la persona de mi ejemplo.

    ¿Qué hacer con una persona así? Bregar para enrutarlo hacia algún norte. ¿Qué hacer cuando su aletargamiento es muy grande que no cabe en ninguna ruta? Quizá esta situación está pasando en muchos lugares... Pensémoslo.

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