jueves, 23 de diciembre de 2010

La Ley es para los de ruana

Debo admitirlo: jamás he sido bueno para la mecánica automotriz. Lamento no haber podido aprender nada de las múltiples horas de mi infancia y juventud en las que mi papá frustradamente trataba de hacerme ver lo apasionante de ese mundo de manos untadas de aceites quemados y el lavado de piezas en una palangana llena gasolina, mientras que un sinnúmero posible de tuercas, tornillos, resortes y latas de distintas formas se encontraban esparcidas en el piso sobre pliegos de papel periódico amarillentos. Esos días cuando los papás aún se dedicaban a arreglar por su cuenta las cosas, pero bueno, ese es otro tema.

Y bueno, como lo decía: por más que intentaba, nunca le pude encontrar el gusto, ni por las uñas negras, ni por el jabón de barra azul con el que se pretendía quitar la viscosidad del combustible de los dedos arrugados y brazos embadurnados, ni por entender la diferencia entre el distribuidor y el diferencial. Tan es así mi ignorancia sobre la materia, que incluso hasta hace poco pensaba que bendix era un personaje salido de los cuentos de “Ásterix y Óbelix”, y que cuando este golpeaba la corona se refería a las palizas que le propiciaba a los romanos… ni decir lo que me imaginaba cuando se hablaba de la culata… en fin

Puede que tenga habilidades en muchos otros campos, pero lo dicho: con la mecánica automotriz he sido más que un cero a la izquierda. Por ello siempre he procurado tener mi carro a punto y cada vez que escucho –siquiera- un leve “tic-tic-tic” desconocido en ese universo oscuro que se encuentra debajo del capó, inmediatamente salgo corriendo al taller de confianza para que revisen qué es. Y bueno, más que avergonzarme con ello, lo veo casi como un trabajo pastoral que estoy haciendo: gracias a mi profunda ignorancia estoy seguro que con ello hago un importante aporte a la economía del sector del 7 de Agosto y que, reitero, gracias a personas como yo, ellos tendrán un feliz y próspero 24 de diciembre…

¿Por qué traigo a colación el tema? Sencillamente porque ayer me tocó de nuevo la famosa revisión técnico-mecánica que anualmente debemos hacerle a los carros. Y yo confiado, cuando me dijeron que "no pasó" porque el exhosto estaba fisurado. Nada grave, realmente no había señales evidentes –al menos para mí ningún “tic-tic-tic” o “pf-pf-pf” o “trac-troc” que me lo hubiera delatado, ni señales de humo- y, efectivamente, en el taller ya lo arreglaron.

Y me tocará de nuevo ir al centro de revisión para obtener la famosa certificación para evitarme una multa monumental, multa que –presumo- solamente le aplican a los carros particulares. Porque no hay que saber mucho de mecánica para darse cuenta que en Bogotá la norma como que no se le aplica a todos por igual. Solo hay que observar las fumarolas negras con las que algunas volquetas y buses –incluidos los de TM- pasan fumigando las vías y transeúntes, algunos hasta tosiendo chispas y truenos por el exhosto, sin que jamás haya visto que alguna autoridad los pare y multe por eso…

Y es que en nuestra ciudad las cosas son sui géneris en esa materia: me acuerdo unos años atrás cuando a un amigo con el que viajaba en su carro lo pararon e impusieron un parte unos chupas porque había excedido el límite de velocidad. Efectivamente, íbamos por la carrera séptima a 46 Km /h. (!?); la explicación que nos dieron fue señalando a un oxidado aviso de “velocidad máxima de 30 km/h” escondido detrás de un arbusto unos metros atrás, legado de alguna época arcaica. Para los que conocen Bogotá, saben que es un suicidio andar en la séptima a 30 km/h: amén de exponerse a que los demás vehículos lo choquen por detrás, la mano de insultos que uno se tiene que aguantar por circular a esa velocidad doblega hasta al más paciente y tolerante.

Pero lo más curioso –bueno, realmente no es curioso, por lo que ya señalé de la aplicación de las normas- es que la fila de partidos solamente la constituíamos carros particulares, desconcertados al ver como impávidamente pasaban rugiendo –de seguro a mucha mayor velocidad de los reglamentarios 60 km/h- camiones, buses y busetas, sin que los “agentes” los pararan… Está bien, supongamos que hubieran estado pintados de “invisibles”, pero las mencionadas fumarolas negras no lo eran, ni las sobrerrevoluciones de sus motores…

Ni qué decir de las reiteradas violaciones a las normas de tránsito que cometen algunos bárbaros del servicio del transporte (de carga material, animal o humana): giros prohibidos, contravías, pasadas de semáforos en rojo, paradas en la mitad de la calle, etc. sin que nadie les diga nada. Pero pásese uno, por culpa de algunos de los monumentales trancones de nuestra desbaratada ciudad, cinco minutos del inicio del “pico y placa”, y ahí si están todos los chupas del mundo repartiendo comparendos…

Definitivamente es el caso que demuestra que la afirmación “la Ley es para los de ruana” es completamente falsa. Se trata, simple y llanamente, de una arbitrariedad. Y conste que no estoy en contra de las normas o leyes; todo lo contrario: siempre he considerado que son la base fundamental de una sociedad y que se deben respetar. Pero de manera ecuánime, sin arbitrariedades. Y, al menos yo, jamás he visto a alguien con una ruana o la camisa abierta hasta el ombligo recibiendo un parte. En fin… eso es lo que hay. Y mientras, a volver al servicentro por el certificado, para garantizar así que Bogotá sea una ciudad de tráfico limpio y seguro.

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