viernes, 30 de septiembre de 2011

Hay que sacar al diablo

¿Por quién vas a votar? Fue una pregunta que me hicieron el otro día en twitter. Y no la respondí, porque aún lo sigo pensando. La pregunta hacía referencia a los comicios de octubre próximo, en dónde en Colombia se definirán los nuevos gobernantes locales y regionales, en forma de ediles, concejales, diputados, alcaldes y gobernadores.

Y la cosa no está fácil. Nuestro sistema político ha venido enquistando una serie de vicios y depravaciones, que llevan a una desesperanza generalizada en el electorado. Tanto escándalo de corrupción, de enriquecimiento ilícito, de favorecimiento de terceros en administraciones absolutamente turbias, deja ese mal sabor de boca de que no hay mucho por hacer.

Miremos solamente el caso de Bogotá: el último Alcalde está en la cárcel, junto con su hermano. Un Contralor Distrital también. Parece ser que de 45 concejales que tiene la ciudad, 35 están siendo investigados por corrupción. La ciudad está hecha un caos por las obras con contratos non sanctos.

Por otro lado, en nuestro máximo órgano legislativo, el Senado de la República, su presidente – el H.S. del partido Conservador, Juan Manuel Corzo- en días recientes generó gran polémica con una bastante infortunada declaración al afirmar que “prefiere no robar al Estado y que le paguen la gasolina”[1] cuando se quejaba de que su sueldo mensual –de cerca de 18 millones de pesos libres, aproximadamente 9.400 dólares- no le alcanzaba para pagar la gasolina de las dos camionetas que tiene asignadas. Y lo jusitificaba así para volver a implantar un auxilio parlamentario en ese sentido o si no, interpretaría uno, se vería en la necesidad de tener que robarle al Estado...

Y claro, los Conservadores también dieron notica con su polémico proyecto de ley que busca prohibir definitivamente el aborto en Colombia, incluso en los casos tipificados por la Corte Constitucional. Que el embarazo sea fruto de una violación, que peligre la vida de la madre o que el feto tenga malformaciones es irrelevante para los azules. Y que por derecha, según analizan algunos expertos, también se prohibiría las formas de eutanasia pasiva, que son decisión del paciente, y prohibiría los tratamientos de fertilización in vitro para las mujeres infértiles e, inclusive, daría en el caso de que a una niña adolescente la violen y se tome una píldora anticonceptiva del día después, para que pueda ir a la cárcel.

Pero bueno, dirán algunos, eso es Senado y Cámara, cuyas elecciones apenas son dentro de algunos años. ¿Por qué traer a colación el tema ahora, en las elecciones locales y regionales? Muy sencillo: porque en estas elecciones es precisamente donde se empiezan a engendrar los futuros padres de la patria, donde comienzan su carrera, donde adquieren sus vicios y mañas, donde estructuran su estilo de vida para seguir viviendo del Estado, al que –presuntamente- prefieren robar solo en caso de necesidad…

Y también porque se definen cargos que son evidentemente presidenciables en el corto plazo. Para nadie es un secreto que ser alcalde exitoso de las grandes ciudades, es el trampolín para la Presidencia de la República. Por eso hay que pensar muy bien cada voto y participar masivamente en las elecciones, vencer la apatía y el que los intereses creados elijan por uno.

En el caso de Bogotá, tres ex alcaldes, tres ex congresistas, dos concejales, un pastor cristiano, un líder sindical y un ex director de una entidad gremial se disputarán la Alcaldía Mayor: Jaime Castro (Autoridades Indígenas de Colombia), Enrique Peñalosa (coalición La U - Partido Verde), Antanas Mockus (Alianza Social Independiente), Gustavo Petro (Progresistas), Gina Parody (inscribió su candidatura por firmas, sin aval de ningún partido), David Luna (Partido Liberal), Carlos Fernando Galán (Cambio Radical), Carlos Guevara (MIRA), Gustavo Páez (Partido de Integración Nacional), Aurelio Suárez (Polo Democrático) y Dionisio Araújo (Conservador).

Vaya abanico. Pocos realmente tiene la opción de ganar: la contienda fuerte está entre Peñalosa y Petro. Porque hasta el momento el debate se ha dado entre la maquinaria y el sentimiento de rechazo al ex alcalde Moreno, donde en el común del elector no han primado las ideas, sino lo que se asocian con cada uno de los dos candidatos: que el primero “vendió sus ideales por el ex presidente Uribe” y que el segundo “es un ex guerrillero y ex militante del Polo”. Una campaña polarizada entre lo que se asocia con “lo bueno y lo malo”, según la óptica del votante. Y es curioso: porque Peñalosa tuvo una excelente administración como alcalde, y Petro siempre se ha caracterizado por sus debates de altura y trabajo serio en el Congreso.

La reciente llave Parody - Mockus le agrega un ingrediente bien interesante a esta contienda: de ser reales las encuestas y que las intensiones de voto se puedan trasladar, en este momento estaría llegando al Palacio de Liévano el candidato que de los dos pueda salir. Lo dicho, bien interesante. Parody - Mockus quizás den a la ciudadanía la respuesta a su gran clamor: que el próximo alcalde sea bueno o malo es irrelevante, lo importante es que no robe, que sea transparente. Claro que, en lo personal, me gusta mucho esa llave.

Y para el Consejo de Bogotá y las Juntas de Acción Locales (ediles), no hay mucho que decir. Como siempre, estas elecciones pasan cuasi inadvertidas por los electores. Y también, como siempre, de seguro llegarán a estas corporaciones, en gran medida, los candidatos que menos necesita la ciudad. De nuevo ese grueso de personas que ven ahí su mera opción de empleo para garantizar sus ingresos (personales, de familiares y amigos) y claro, para recuperar los millones que invirtieron en publicidad y otros artilugios para poder ser elegidos.

Por supuesto, no todos los candidatos son malos. A algunos los conozco personalmente y podrían ser una esperanza de cambio. Pero nada certero tampoco. En fin, difícil la cosa por ese lado.

¿Por quién votar entonces? No sé todavía. Mientras escribía esta nota, se me vino a la memoria la excelente canción compuesta por el maestro colombiano Eugenio Arellano “Hay que sacar el diablo”, cuya letra profética no deja de asombrarme cada vez que la vuelvo a escuchar y que dice en un aparte así:

¿Qué le estará pasando a nuestro país
desde la última vez que yo le canté?
Mi último bambuco habló de dolor,
ahora las cosas andan de mal en peor…
¡no puede uno callarse teniendo voz!
Si la moral del mundo va para atrás,
qué se hicieron los hombres que hacen el bien,
siempre la misma cosa, no habrá poder
para que la justicia traiga la paz.
Hay que sacar al diablo, no hay más que hacer.

Si quieren escucharla, búsquenla en Youtube, que seguramente debe estar en cualquiera de las magistrales interpretaciones que hace Beatriz Arellano. Y si bien esta canción fue escrita en otro contexto, parafraseando, daría la respuesta a la pregunta que me hicieron en twitter por quién votar: voten por quienes quieran, pero hay que sacar al diablo, no hay más que hacer.


[1] http://www.eltiempo.com/politica/presidente-del-senado-defiende-el-subsidio-a-la-gasolina_10393631-4 

viernes, 29 de julio de 2011

Bandazos de ciegos

Sorprendentes, por decir lo menos, resultan ser las propuestas o proyectos de Ley que se les ocurren a nuestros honorables padres y madres de la patria. En menos de diez días han propuesto unas cosas, que lo dejan a uno boquiabierto.

Comencemos con la primera perla de este collar: el proyecto para controlar la natalidad, o el código de paternidad y maternidad responsable, propuesto por la Senadora Gilma Jiménez del Partido Verde, quién ya se había hecho célebre con su propuesta de referendo de la cadena perpetua para los violadores y asesinos de menores de edad y el cual, a buena hora, fue cuestionado y considerado no conveniente por el Consejo Superior de Política Criminal y Penitenciaria.

Ahora, según parece de las declaraciones dadas a la prensa, su solución para frenar la violencia infantil se basa en otro tipo de medidas policivas: “los padres que traigan hijos al mundo de manera irresponsable pueden perder la custodia de sus hijos, sus empleos, sus derechos políticos y van a ser sancionados socialmente”[1], explicó la senadora. Queda claro que, aparentemente, para la señora Jiménez su tesis es que pobreza se combate con pobreza.

Por supuesto, las cifras que ella presenta de que, entre otros, anualmente 230.000 niños nacen en este país producto de embarazos no deseados, son alarmantes. Pero nada va a contribuir a corregir este fenómeno el que, además, los padres pierdan su empleo. Lo dicho: una tesis curiosa de que la pobreza se combate con pobreza. Ahora, ¿se habrá preguntado la senadora cuántos de estos embarazos son producto de padres empleados? ¿Y si son empleados y pierden su empleo, cómo van a garantizar el sustento de –quizás- el resto del núcleo familiar? ¿Dónde queda en su profunda reflexión la alta contribución a estos embarazos no deseados e “irresponsables” de los adolescentes?

Definitivamente un proyecto de ley que, de nuevo, mediante el uso de las políticas de garrote que la han caracterizado, no va a solucionar nada, sino solamente ahondar más en la problemática social de Colombia. Quizás debería la senadora estudiar un poco más y darse cuenta que la única solución a estos problemas se genera mediante estrategias claras de educación sexual y reproductiva y mediante la generación de oportunidades reales. Desde hace muchos años estudios serios demuestran que es más rentable invertir en prevención, que en corrección. Las cárceles y el castigo social y laboral no son la solución: son un factor más para la generación de pobreza y de la violencia que ella dice querer combatir.

Segunda perla: el proyecto de estatuto de estupefacientes y, dentro del mismo, su pretensión de prohibir fumar en las vías públicas, propuesto por el Ministerio del Interior y de Justicia. Yo no sé que se imaginó el genio que se inventó eso, pero pareciera que estaba precisamente bajo los efectos de algún estupefaciente. Soy fumador, comprendo y respeto que no se pueda fumar en lugares públicos cerrados e, inclusive, en escenarios deportivos. Y bueno, hasta cierto punto puedo entender la “nobleza” de quién lo redactó, en pretender que así se disminuya el consumo. Bien.

Pero mi crítica, además de que no comparto que no me dejen fumar en un espacio abierto como lo es la calle –más se “fuma” en la carrera décima o en la Caracas en Bogotá por culpa de los buses, que por el humo de segunda mano de un cigarrillo- , va es en el sentido de la aplicación real de la norma. En ninguna ciudad colombiana hay policías suficientes para evitar que le roben a uno el celular, para evitar que lo atraquen a uno con cuchillos a la salida de un banco, para evitar que lo asesinen por 5 pesos… ¿Habrá policía en cada cuadra ahora para perseguir fumadores? Si es así, bienvenida la norma, porque garantizaría que todo lo demás también lo perseguirían…

Pero como no va a ser así, la norma se va a reducir a lo de siempre: unas redadas estúpidas para “hacer creer a la opinión pública que están haciendo”, meterán a algunos “fumadores” –peligro para la sociedad- ante las cámaras de los noticieros en radiopatrullas para mostrar la noticia, mientras a sus espaldas rampantemente siguen acuchillando por una Blackberry. Creyera que la propuesta de norma del Mininterior obedeció más a la envidia de no poder sujetar un cigarrillo entre sus dedos, que a una reflexión real sobre su aplicabilidad.

Tercera perla: el matrimonio gay o, mejor dicho, el no matrimonio gay, o mejor dicho, la lavada de manos de la corte sobre la materia y la entrada triunfante de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Ya me había referido sobre el tema en una nota pasada [2]. Y sigue siendo escandaloso que en un país en el que –así “solo” sea constitucionalmente- se garantiza toda libertad de cultos y creencias, se presente ahora un proyecto que “reglamenta la objeción de conciencia” para “evitar esos matrimonios”.

“De hecho, la procuradora para la Infancia y la Familia, Ilva Miryam Hoyos, asistió al acto y dijo que, de aprobarse la iniciativa, los notarios podrían invocar la objeción de conciencia y negarse a unir parejas del mismo sexo. Incluso, los congresistas podrían abstenerse de votar proyectos, como el del matrimonio gay.”[3]

Por supuesto, la propuesta viene de la más insigne fuerza moral y electoral de nuestro país: los az-U-les, nada distinto que esperar, y hasta respetable: al fin y al cabo llevan años picando piedras con sus mandamientos… Pero, independientemente de sus creencias, ¿invocar “objeción de conciencia” en este caso? ¿Qué conciencia puede tener aquél que no permite ser felices a los demás si eso no afecta ni compromete la vida de otras personas?

Señores y señoras: el notario es el representante de la fe pública, el que acredita la veracidad de las acciones; no es juez competente para decidir qué le place o no debe ser –según su “conciencia”-. Consecuencia rápida de una objeción de conciencia de un notario (si se aprobara esa ley y llevado a un ámbito más real que nos toca a todos en un futuro, si no nos cuidamos):

“Oye, no: mi conciencia no me permite que vendan esa casa, se afectan las petunias del jardín… pero señor notario, es una transacción legítima, es más, las petunias las replantamos. … ah no, eso es un aborto: esas están apenas naciendo… pero señor notario, las petunias sobreviven en muchos espacios… ah no, usted está induciendo a que las petunias sean gays y objeto de nuevo…”

¿Ah? ¿Habrase visto? … Nada. El notario solo verifica la legitimidad del negocio, firma y punto. Qué tal que ahora entre a opinar sobre si le “gusta o no según sus creencias”… (¿se imaginan el nuevo boquete de “mordidas” que se abren para que “les gusten” las transacciones?)

En fin, como lo decía al inicio, sorprende tanto bandazo de ciego en un país que necesita leyes de verdad.


jueves, 7 de julio de 2011

Un ejemplo de demagogia barata: llamar a Votar en Blanco

El día de hoy, por diferentes vías, he recibido un correo electrónico con el siguiente mensaje, que transcribo textualmente:

"Qué pasaría si en las elecciones de ahora y del 2014 -para el Gobierno- al abrir las urnas aparecieran vacíos todos los sobres de los votos para el senado, diputados etc ? La interpretación lógica sería que los colombianos ¡¡¡no queremos senadores y etc !!! y por lo tanto desaparecería y nos ahorraríamos el innecesario Senado.
¿Se apuntan a la idea? ¡¡¡Pues a gozar difundiéndola!!!

Marquemos el tarjetón del Senado en blanco. Y, así, se podrá ELIMINAR EL SENADO , ya que, si no sale ningún nombre elegido, no podrá nombrarse a ningún senador. TENEDLO EN CUENTA .

NORUEGA, SUECIA, DINAMARCA, NO TIENEN SENADO, ALEMANIA SOLO 100 SENADORES. EE.UU. 100 SENADORES, DOS POR CADA ESTADO.

LOS GRANDES TEÓRICOS DEL DERECHO INTERNACIONAL Y CONSTITUCIONAL OPINAN QUE ES UNA CÁMARA INNECESARIA, PRESCINDIBLE Y QUE ESTÁ EN EXTINCIÓN, ¿ENTONCES POR QUÉ TENEMOS QUE MANTENER A ESA CANTIDAD DE SENADORES? DE ESTA FORMA AHORRAREMOS BILLONES DE PESOS CADA AÑO.

ELIMINAR LA PENSIÓN VITALICIA DE TODOS LOS DIPUTADOS, SENADORES, REPRESENTANTES, CONCEJALES Y DEMÁS "PADRES DE LA PATRIA ". ELIMINAR A TODOS los diplomáticos excepto un embajador y un cónsul en cada país. No es posible que gastemos en esto más que Alemania y el Reino Unido).

Con eso, y con rebajar un 30% las partidas 4, 6 y 7 de los PRESUPUESTOS GENERALES DEL ESTADO transferencias a sindicatos, partidos políticos, fundaciones opacas y varios) se ahorrarían más de 45 Billones de Pesos y no haría falta tocar las pensiones ni los sueldos de los funcionarios, como tampoco haría falta recortar 1 billón de Pesos en inversión pública.

CON LA MITAD DEL DINERO QUE EL ESTADO SE AHORRARÍA CON ESTAS MEDIDAS, TENDRIAMOS, UNA INFRAESTRUCTURA VIAL, TODAS LAS CALLES DE TODAS LAS CIUDADES, PAVIMENTADAS, COLEGIOS, HOSPITALES, PARQUES ETC., ETC…

Por el cambio de la ley electoral, y por una democracia participativa de verdad, donde nuestra opinión, la de los ciudadanos, sea lo que gobierne, no UN TARJETÓN cada cuatro años y que hagan con el lo que quieran sin dar cuentas ni explicaciones.

Por el cambio de la ley electoral, y por una democracia participativa de verdad ¡ Espabilemos de una vez ! ¡ No sigamos dormidos y aletargados !
Pero hay que salir y votar en blanco, el dia de las elecciones, porque son los abstencionistas, los que eligen a los malos gobernantes.

SI ESTÁS DE ACUERDO, DIFÚNDELO
Elimina primero los correos y hazlo con CCO, para evitar el spam” (sic)

Desconozco de quién surge esta iniciativa, ni qué pretensiones adicionales a las expuestas puedan estar involucradas en la misma.

Pero, indudablemente, el escrito deja una serie de vacíos, presenta desinformación intencionada y, a la postre, se basa en una argumentación perversa. Y bueno, es un clásico ejemplo del poder del chisme y rumor, de la propaganda negra a la que me he referido en otros escritos y que acude de alguna manera a la inocencia de quién lee, moviendo sus fibras sentimentales, partiendo del común del lector, que es precisamente el de que da por cierta una información sin entrar a indagar la veracidad de la misma, para lograr su objetivo final de la distribución de lo que dice no querer hacer: SPAM.

Para ilustrar lo anterior, solamente algunas de las imprecisiones que presenta el texto:
  1. En las elecciones de “ahora” no se vota por senadores, diputados, etc., sino solamente por diputados, gobernadores, alcaldes, concejales y ediles. Los senadores y representantes, así como el Presidente de la República, se eligen en 2014. Bueno, cuestión de forma, dirán algunos, pero es una invitación perversa y errada al voto en blanco para las elecciones de ahora…
  2. El orden como se conecta la absurda propuesta del voto en blanco, la conclusión obtusa a la que llega el autor del texto de que (mediante el voto en blanco) “no queremos senadores y etc” y “por lo tanto desaparecería y nos ahorraríamos el innecesario Senado”, es más que alejado de la realidad. El voto en blanco no tiene la facultad de modificar la Constitución bajo principios de “interpretaciones lógicas”.
  3. Amén de que, según la “lógica” argumentativa, también deberían desaparecer los “etc.”, que a esa altura del pobre discurso vienen a ser: “el Gobierno, los diputados y todos los demás etc.”. Es decir: sería una invitación a la anarquía completa.
  4. Continúa el documento planteando que votando todos en blanco “se podrá eliminar el senado, ya que, si no sale ningún nombre elegido, no podrá nombrarse a ningún senador” lo cual es absolutamente incorrecto. Nuestra Carta Magna establece que en el caso en el que el voto en blanco sea mayoría, se deberá repetir la elección. Nada dice de que por ausencia de personas electas la corporación desaparece.
  5. Sigue su argumentación con la siguiente “verdad”: “Noruega, Suecia, Dinamarca, no tienen senado”. Una verdad a medias, ya que lo que no aclara el autor es que sí tienen sistema parlamentario. En Noruega se llama “Storting” y tiene 165 miembros; en Suecia es el “Riksdag”, conformado por 349 miembros; y en Dinamarca se llama “Folketing”, con 179 miembros.
  6. Alemania no tiene “solo 100 senadores”, como se desinforma, sino no tiene ninguno, porque la figura no existe bajo ese nombre: el “Bundestag” (o parlamento alemán) lo conforman en la actualidad 614 miembros. Sustancialmente más de los 268 miembros con los que cuenta el Congreso de Colombia.
  7. Efectivamente, en los Estados Unidos de América solo hay 100 Senadores. Pero estos suman a los 435 representantes de la cámara baja…
  8. Entonces, a este altura del documento, ya como lector no queda claro qué es lo que se propone dentro del documento: eliminar el Senado y dejar solo la Cámara de Representantes? O eliminar todo el sistema parlamentario? Y, además, las demás corporaciones como los “diputados y etc.”? Bastante confuso…
  9. Sobre el tema de las pensiones vitalicias no me voy a manifestar mayormente. Por supuesto, no son del todo “justas” con respecto a otro tipo de trabajadores y habría que entrar a analizarlas en detalle, pero éstas no se ahorrarían mediante el voto en blanco. Y, en ese orden de ideas, entra su ejercicio desesperado de meter en la colada a los diplomáticos, sindicalistas y otros tantos que tampoco tienen nada que ver con su tonta propuesta de votar en blanco. Es un ejercicio torpe del autor de tocar fibras de los incautos con su sentimentalismo de tantos billones ahorrados que se podrían invertir en otras cosas (todas loables). “Cuentas de lechera” se llamaba en mi época, que nada tienen que ver con su propuesta de solución de votar en blanco. Simplemente no lo va a solucionar.
  10. Finaliza su manifiesto con un llamado al “cambio de la ley electoral, y por una democracia participativa de verdad, donde nuestra opinión, la de los ciudadanos, sea lo que gobierne, no un tarjetón cada cuatro años y que hagan con el lo que quieran sin dar cuentas ni explicaciones”. Un cúmulo de ideas que tampoco tienen nada que ver con el voto en blanco, ni con el sistema, a no ser que efectivamente se proponga la anarquía que exponía de entrada (¿si no hay democracia representativa, cómo se haría para legislar entre todos los ciudadanos?) o se esté –de manera velada- proponiendo como alternativa que todo acto legislativo salga por plebiscito, lo cual sería mucho más caótico y costoso. Aún cuando –sospecho- que el autor no tiene tanto alcance intelectual para llegar a esta última propuesta…
En fin: lo único sensato que expone el texto está en su último párrafo: “porque son los abstencionistas, los que eligen a los malos gobernantes”. Estoy completamente de acuerdo. Por ello mismo la invitación no puede ser “votemos todos en blanco”, sino debe ser: salgamos a votar masivamente por los buenos candidatos. Porque no creo que todos sean malos.

Hay personas honestas e interesadas por el bien común, por lo público. Y a esas hay que elegir. Y, de seguro, con ellos nuestro sistema avanzará de mejor manera que siguiendo la torpe propuesta que dio origen a esta nota.

En conclusión: por favor no caigan en ejercicios demagógicos baratos, documéntense y analicen las propuestas, escojan un candidato que llene sus expectativas y salgan a votar.

Ah: y por favor dejen de reenviar esa basura de correo.




viernes, 1 de abril de 2011

Por qué aborrezco a los dentistas

Sí, yo sé, los puritanos prefieren que se les llame odontólogos y hasta según su grado de especialidad, y se amparan en que a los oftalmólogos tampoco se les llama oculistas; en ese caso sí lo puedo entender, ya que el oftalmólogo no le revisa a uno el “tercer ojo”, pero los dentistas precisamente hacen eso: revisarle a uno los dientes. En fin: para mí todos los que le meten a uno los dedos en la boca con esos propósitos son eso: dentistas. Y los aborrezco. Y al parecer no soy el único: Angelino Garzón, por ejemplo, también los debe aborrecer, o Ronaldinho, pero eso no me consta, por supuesto ….

Estoy seguro que todo mi sentimiento adverso hacia ellos -los dentistas, no Angelino o Ronaldinho a quienes respeto muchísimo- obedece a un trauma en la infancia, de cuando mi mamá nos arrastraba donde la doctora Lydia, para que nos revisara los dientes. Claro que sospecho que “Lydia” no era su nombre verdadero, sino un apodo derivado de “lidia”, porque esa era la sensación que nos producía: que éramos unos toros de lidia en una faena tortuosa. Y más me reafirmo en eso, cuando recuerdo su sonrisa y un diente de oro que le brillaba maliciosamente, mientras nos picaba las muelas.

Por supuesto, eran otras épocas. Entonces ni tapabocas usaban los dentistas. No como hoy, que se cubren completamente la cara con una especie de careta, que cada vez que los veo me hacen acordar de Dustin Hoffman en “Ébola”. Pero lo que no ha cambiado mucho son sus tácticas y procedimientos, así como su instrumental.

Díganme si no, si ya la sola entrada al consultorio no es lo más cercano a entrar a una cámara de tortura medieval. Lo primero que uno ve es la silla eléctrica y todo el instrumental, dispuesto al lado de uno, en una bandeja cromada: lo hacen adrede, para que uno vea de lo que son capaces de hacer si uno no colabora. Cual escena salida de una película de espías, donde el torturador abre un maletín de cuero lleno de pinzas, cuchillos y ganchos ante su indefensa víctima, yace uno acostado mirando de reojo las herramientas de trabajo, mientras el maléfico se pone sus guantes de látex, estirando y soltándolos con un sonado chuac al final.

Y uno ahí, tensionado, con las manos aferradas a los apoya brazos, sintiendo con los dedos los pedazos de uñas que los pacientes anteriores han dejado incrustados ahí. Y arranca la faena: “vamos a ver qué encontramos” le dicen a uno con vocesita hipócrita de condescendencia, “abra un poco más su boca”, mientras empuñan un gancho que parece la mano del Capitán Garfio. Y con esa vaina empiezan a hurgarle a uno, lo raspan y palanquean, soban las calzas anteriores para “ver si están buenas”.

Y uno ahí, sudando frío, enceguecido por una luz brillante que asemeja cuarto de interrogatorio del DAS, mientras dicen “abra un poco más”. No sé si los dentistas se imaginan que uno puede desencajar las mandíbulas como las serpientes, pero siempre es “abra un poco más”. Y si no están satisfechos acuden, de nuevo, a la bandeja del instrumental, como reacción al “no quieres colaborar ¿ha?, pues ya verás como lo harás”, para tomar una especie de pinza extensora que se la clavan a uno en la boca para abrirla más. Se estiran así los labios alrededor de esa pinza, de la misma forma como los nativos en África usan los platos para agrandarse las orejas; le abren a uno la boca de una forma, como si su pretensión fuera ver desde ahí el ojo que, precisamente, no mira el oftalmólogo.

Y buscan y –maldición- encuentran algo. Uno lo sabe por el brillo especial que en ese momento adquieren sus ojos. Y zuás: hábilmente otro garfio más grande aparece en sus manos y de nuevo a hurgar. “Esto va a incomodar un poco”, dicen… ‘¿Incomodar? ¡Eso va a doler muchísimo!’, sabe uno. Y con cierto sentimiento de culpa agregan que “esto va a ser rapidito, no necesitamos anestesia para ello”.

Efectivamente no solo “incomoda”, sino lo atraviesa a uno un corrientazo, desde la mandíbula hasta los pies. “¿Dolió?” preguntan inocentemente entonces. ‘No imbécil, es que me gusta sacudir repentinamente la cabeza y los pies mientras tengo herramientas de metal metidas en la boca’, piensa uno, mirando con ojos de ternero degollado al salvaje.

Y acuden entonces a la anestesia: sacan estos señores una señora jeringa, con una aguja que solo las has visto antes en las fincas para vacunar el ganado. Y para hacer el espectáculo más horrible, frente a los ojos de uno la aprietan un poco, mientras salen unas gotas de la aguja. Y ahí pierde uno de nuevo la visual, pero uno ya sabe que eso va, de nuevo, a “incomodar un poco”, según sus palabras… y claro: dependiendo de donde se la pongan, siente uno como la aguja busca forzosamente paso entre los dientes y encías, o que le estuvieran haciendo un piercing en el cachete.

Ya con la cara y lengua dormida, le hacen a uno preguntas de “dónde le dolió” y uno balbuceando, repartiendo baba por todo el consultorio, trata de explicar con frases como "agüí: ag gago de ga muega gande de ga degegcha". Y como uno ya no tiene dominio sobre el sistema salivar, le meten a uno el succionador, esa horrible aspiradora, que se le pega a uno en las amígdalas como una chupa se pega a un vidrio y el señor no se da cuenta de eso, y uno ahí, mirándolo con odio y tratando de hacerle entender con los ojos que esa joda molesta donde está… porque la anestesia solo duerme cierta parte de la boca, pero de eso no se acuerdan los señores esos.

Y sí, señoras y señores, aparece el instrumento más maquiavélico de todos. Ya habrán adivinado a cuál me refiero. Ese, correcto: la temible fresa. Por demás, nunca he podido entender por qué la llaman fresa, si es todo lo contrario a algo dulce y delicioso. Pero bueno: arranca, con su característico zumbido ultrasónico, ese sssssuuuuuuiiiiiiii, mientras perforan como los trabajadores del Túnel de la Línea nuestra pobre muela. Y se empieza a sentir el olor a hueso quemado.

Toman, entonces, una manguerita y le echan a uno agua a presión en la boca diciendo, paso seguido, un gentil y cálido: “¡escupa!”. Se inclina uno encima de esa especie de orinal cerámico, tratando de escupir, y se sale de la boca un hilo de baba grueso, elástico a morir, que cuando uno se recuesta de nuevo se estira desde esa escupidera hasta la cara, como una telaraña... y uno tratando de ayudarse con los dedos para deshacerse de esa baba, encartado, limpiándose en el delantalito de muñecas que le colgaron alrededor del cuello.

Por supuesto, en esa pequeña fracción de segundo, quiere uno aprovechar para reacomodarse las mandíbulas, cerrar la boca, descansar un poco y ¿qué pasa?: ¡Lo regañan a uno! “Deje abierta la boca” refunfuñen, mientras con los dedos abren de nuevo las mandíbulas y soplan aire frío en la muela para poder echar el cemento ese o resina o como lo llamen. Aparece entonces la espátula de maestro de obra con la que aprietan la masa esa, y uno siente como la fuerza de la presión le hunde la cabeza en la silla. Es de anotar, que a esa altura, muchas veces la anestesia ha dejado de actuar.

Y bien, finalizan entonces diciendo “listo” y lo despachan a uno. Después de haberlo ultrajado a uno, ni una palabra de consuelo, solo la frase “vuelva dentro de un año” mientras reacomodan su instrumental para la siguiente víctima. ¿Y quieren que no los aborrezca uno?

jueves, 24 de marzo de 2011

Rompiendo el código de las mujeres

No sé si se acuerdan de una popular serie de televisión que surgió a mediados-finales de los noventas que se llamaba “Breaking the Magician's Code: Magic's Biggest Secrets Finally Revealed” (Rompiendo el código de los magos: los secretos más grandes de la magia finalmente revelados). En ella, filmada en una locación desconocida, un mago enmascarado acompañado de unas despampanantes modelos usando solo vestidos de baño, hacía los trucos de magia que más han asombrado a la humanidad, incluidos los de los “magos callejeros”, y posteriormente mostraba cómo se hacían, mientras una voz en off los explicaba y culminaba diciendo “ya no es tan asombroso, ahora que ustedes saben cómo se hace”.

Y fue todo un escándalo, hordas de magos salieron a rasgarse sus vestiduras (esta vez de verdad, sin trucos) porque precisamente el código de los magos a lo largo de siglos ha sido ese: no revelar sus secretos. Claro que aún no entiendo cuál fue todo ese alboroto, ni el porqué de la máscara esa negra con rayas blancas con motivo cebra que usaba el mago, si ya años antes en Colombia se habían revelado casi todos: en forma de la cajita titulada “La magia del Mago Lorgia”, pero bueno, ese es otro tema.

Lo que sí es una primicia es una presentación a la que, de manera secreta, fuimos invitados un grupo de hombres. Con los ojos vendados y sentados en un bus, tras andar como 45 minutos en los que alcancé a pensar que se trataría de un paseo millonario y hasta comencé a rezar, afortunada y finalmente arribamos en la mitad de la noche a un hangar oculto en algún lugar de la Sabana de Bogotá.

Sentados en unas sillas rimax frente a una improvisada tarima, esperábamos que fuera a comenzar algo, que no sabíamos qué era aún. Hasta que una voz en off –podría jurar que era la de Florence Thomas, pero no me atrevo a afirmarlo- nos anunciaba que era la primera vez en la historia que los presentes íbamos a ver la cruda verdad, que estábamos en “Rompiendo el Código de las Mujeres: los secretos más grandes de las mujeres para deshacerse de los hombres, finalmente revelados”.

Inmediatamente después salió una persona embutida en una ruana de lana virgen, cubriéndose la cabeza con una pantimedia. “Zás”, pensé, “no nos van a atracar, sino matar”. Pero no, apenas vi unos modelos masculinos salir detrás de ella y usando solamente unas tangas narizonas, supe que nada nos iba a pasar.

Paso a paso, mientras la voz en off narraba, iban poniendo en escena situaciones que, durante generaciones, los hombres hemos padecido, pero sin entender y conocer el mensaje de verdad. Esas situaciones mediante las cuales las mujeres tratan de hacer entender a los hombres que no están interesados en alguno de ellos, pero sin querer “herir sus sentimientos”. Y al final de cada una, la volvían a repetir, pero esta vez la voz en off explicaba el alcance de lo sucedido.

Finalizada la presentación, nos aclararon que eran apenas algunos de los más grandes secretos para espantar a los hombres, que pronto revelarían más y nos llevaron de regreso al lugar desde donde habíamos partido, todos callados, atónitos, estupefactos.

Y bien, dada la imposibilidad de poder exponer un material audiosvisual, solamente puedo presentarles las escenas por este medio escrito, aclarando que solo soy un cronista de los hechos, que hasta ese día jamás las había vivido, pero que en algunos rostros trasfigurados de algunos de mis acompañantes supe que sí les habían sucedido, que sí podían suceder.

Aclarado lo anterior, los dejo con las escenas que nos mostraron esa noche, con “Rompiendo el Código de las Mujeres: los secretos más grandes de las mujeres para deshacerse de los hombres, finalmente revelados

Cine 1: te dicen que quieren ver una película bien rosa, ojalá con un título como "El dolor de las espinas" o "Como la leche para el café – drama de la vida real". Durante la película te codean y no te dejan dormir en paz, mientras lloran y ríen escandalosamente.

Cine 2: te dicen que vayan a ver una película que tú quieres ver. No sabes que ella ya la vio. Te piden que se sienten en la primera fila y te van contando las escenas de la película antes que sucedan con frases como "vas a ver que ahora...", "uy, ahora van a matar a…", mientras riegan torpemente crispetas y gaseosa encima de ti

Cine 3: te dicen que te vayas adelantando para comprar las boletas en “clase preferencial” y que “ya van llegando”. Aparecen media hora después de que la película comenzó, pero insisten en que entren a verla.

Restaurante 1: te dicen que vayan a cenar afuera. Escogen el lugar más caro, piden el plato más caro, prueban un bocado y dicen "me llené" y dejan el resto servido. Te dicen “tan lindo tú haberme invitado” mientras cuentas hasta las monedas para poder pagar la cuenta.

Restaurante 2: las invitas a salir a cenar. Durante toda la velada solo están pendientes de su Black-Berry, escribiendo mensajes de texto y riéndose solas, ignorándote por completo.

Teléfono 1: te llaman cada cinco minutos preguntándote: "¿cómo estás? ¿qué haces? ¿me has pensado?" y cuando no puedes responder, te hacen show diciendo: "¡por qué no me contestaste! Estás con otra...", “qué es más importante, ¿tu trabajo o yo?”…

Teléfono 2: cuando terminan de hablar, te piden que les mandes besos sonoros -no la palabra “besos” sino un sonado smuack- por el teléfono y no cuelgan hasta que lo haces, sin importar que estés en una reunión de trabajo, sin entender la frase “ahora no puedo”…

Lenguaje 1: te hablan melosamente, cuasi bebé, llamándote “papuchis”, “osito”, “bebé” o “papi” y frente a tus amigos o compañeros de trabajo

Lenguaje 2: te comentan lo mucho que les gusta vivir con su mamá que, además, es su “mejor amiga”, que quieren una relación estable, una vida en matrimonio y que cuando se casen van a vivir junto con su mamá

Lenguaje 3: frente a tus amigos te hacen el reclamo de que sienten que ya no la quieres, que no eres “el mismo” en la cama y le piden a tus amigos que den su opinión sobre el porqué de eso

Apariencia personal: cuando están en su trabajo se visten normal pero, en la primera fiesta que tengan cuando estés con tus amigos para presentarlas, llegan vestidas como Marbelle, peinadas como Lady Gaga y maquilladas como Cindy Lauper en los 80s.

Fiesta 1: te piden que las acompañes a una fiesta en casa de una de sus amigas. Cuando llegas, eres el único hombre ahí. Solamente te ofrecen para tomar sabajón de feijoa mientras entre ellas hablan, gritan y ríen sobre sus anécdotas cuando estaban en el colegio.

Fiesta 2: si odias el vallenato, te piden que vayan a un “parrandón”; si te gusta el “heavy metal”, te piden que vayan a una fiesta “con el ‘papito’ de Charlie Zaa”.

Sexo 1: primero te insisten todo el tiempo que no es “tener sexo” sino “hacer el amor” y, estando ya en la cama, gimen como si estuvieran en trabajo de parto, rasguñan tu espalda sin clemencia dejandote cicatrices de por vida y exigen que les grites “cochinadas”.

Sexo 2: al calor del inicio de los acontecimientos te frenan, se retiran discretamente al baño con su bolso, se demoran media hora en él y cuando salen tienen puesta una tanga de cuero tipo leopardo, gorra de cuero Nazi y un látigo en la mano…

Así que, señores, “ya no es tan asombroso, ahora que ustedes saben cómo se hace”.



lunes, 7 de marzo de 2011

La danza de los fariseos

Estamos en época electoral. Y no solo por las elecciones que se avecinan ahora en octubre para gobernaciones y alcaldías, sino por las múltiples asambleas que se deben estar desarrollando, conforme a la ley, para todo tipo de corporaciones, juntas y asociaciones.

Pero las elecciones de unas no distan mucho de las otras, honestamente. En algunas se mueven las danzas de los millones, en otras las de los intereses. Esos intereses que magistralmente define Jacinto Benavente como cordelillos groseros que, junto con las pasioncillas, los engaños y todas las miserias de su condición, los llevan a tristes andanzas…

Es impresionante ver como en estas épocas electorales de asambleas aparecen de nuevo todos aquellos que en el lapso entre una y otra elección no hicieron mucho, para volverse a promocionar - y de seguro volverán a quedar- a seguir de zánganos, ya sea chupando del presupuesto, o para favorecer a sus amigos y sus agendas ocultas… Y, por supuesto, resurgen también aquellos señores feudales de épocas arcaicas, derrotados finalmente en elecciones pasadas por malos, corruptos o mediocres quienes, sutilmente resguardados en sus cuarteles de invierno, se encuentran buscando atacar de nuevo, cautivar al ingenuo, vislumbrando la emboscada perfecta para su presa.

Es en estas épocas cuando florecen las reuniones secretas donde se elucubran las estrategias sucias para tratar de desacreditar a aquellos que sí trabajaron honestamente –porque sí los hay- y donde establecen sus maquiavélicos planes para enlodar, mediante su amplia verborrea, la gestión positiva que amenaza sus pretensiones de poder.

Ya me he referido en múltiples notas anteriores al impacto que puede tener el chisme y el rumor. Es ahora cuando será la puesta en escena, cuando veremos a los magistrales exponentes de la propaganda negra en todo su esplendor… ya se siente en el ambiente…

“El diablo no es como lo pintan” reza el refranero… Y “es puerco”, como decía Don Hermes. Pues así se presentan los personajes a los que me he venido refiriendo. Sonrisas para afuera en público, apretones de manos con quienes piensan enlodar, sin ningún rubor. Pero hay que escucharlos en privado: dan asco. Y como tiran la piedra y esconden la mano, la autoridad legítima poco puede hacer para contrarrestar sus puercas maniobras.

Poco les interesa que la gestión haya sido buena, ni mucho menos que continúe; solamente los mueve regresar al poder para hacer las cosas a la vieja usanza, como era cuando lo tenían y no lo usaron para el bien común, sino para sí mismos. Lo dicho: dan asco.

Qué se puede hacer en estos casos? Pues es sencillo: simplemente informarse con las fuentes adecuadas, olvidarse del poder de referente que tenga el que mueve los cordelillos groseros y hacer caer al falaz. No hay que tragar entero, hay que confrontar a aquellos que dicen lo que dicen con aquellos sobre los cuales dicen lo que dicen. Y de seguro caerán más rápido que un cojo. Pero hay que ponerle freno a la calaña, evitar que siga prosperando, evitar que vuelvan a resurgir.

Ahí les dejo esta reflexión para todos aquellos que en estos días tienen la posibilidad de tomar decisiones trascendentales en sus corporaciones, juntas o asociaciones: no se dejen tentar por los cantos de sirenas -y sirenos-, no se dejen enredar en la danza de los fariseos.

lunes, 7 de febrero de 2011

Desgracia animal

Es una realidad triste que se repite permanentemente. Y pareciera que no hay nada que pueda evitar que se siga repitiendo, quien sabe, por cuanto tiempo más. Posterior al ocaso de los dinosaurios, el hombre se ha constituido en el principal depredador sobre la tierra. Gracias a su inteligencia, ningún animal resulta ser oponente digno ante su afán de destruir, de maltratar, de arrasar de cuanto encuentra en su camino. Por supuesto, el fenómeno tiene matices culturales distintos, pero en resumen: en todas, incluso las más “avanzadas”, se encuentra presente.

Especies enteras han desaparecido, producto de la evolución humana. Y otras tantas están en vías de serlo. Prácticas bárbaras de matar por matar y poder colgar las cabezas en forma de trofeos en las paredes, o las extremidades de paquidermos como patas de mesas –como se registró hace unos años en la casa de tristemente célebre exgobernador de Cundinamarca Pablo Ardila- demuestran que de Dinamarca a Cundinamarca hay más diferencia que de tan solo tres letras.

Subconsciente colectivo lo denominaba Miguel Angel Cornejo en una de sus conferencia a la que asistí años atrás: la herencia generacional de la barbarie de un pueblo debido a las prácticas “culturalmente aceptadas”, para el caso nuestro, la cultura del conquistador: esta tierra es mía, porque me la encontré; está mujer indígena es mía, porque me la encontré; este oro es mío, porque me lo encontré… Y así también sucede con los animales: puedo hacer con ellos lo que quiero, porque sí, porque tengo la inteligencia para dominarlo, porque soy el ser evolucionado.

Hace una semana larga el Noticiero Caracol difundió un video en el que dos miembros de la policía de Bogotá maltrataban de manera indescriptible, y finalmente mataban, a un perro. Hay que tener un estómago de acero para verlo. Y claro, ante el repudio generalizado, inmediatamente salieron las autoridades a anunciar lo de siempre: que no es práctica de la institución, que se investigará hasta las últimas consecuencias y que rodarán cabezas. Y bueno, algo escuché que presuntamente habían o iban a destituir a los dos perpetradores de este salvaje acto.

Pero esto es apenas un granito de arena ante tantas otras situaciones que se presentan, que no tienen soluciones definitivas. Tomemos el caso, por ejemplo, de la indignante “fiesta brava”. Es simplemente increíble que en pleno siglo XXI sigamos observando como anualmente miles de toros siguen siendo maltratados para satisfacer la sed de sangre de unos pocos, que disfrutan viendo como una horda de salvajes pican, acuchillan y mutilan a un pobre animal. Y se vanaglorian saliendo en las páginas sociales, ojalá al lado del bárbaro mayor, enfundado en su apretada y ridícula trusita de colores -que pretende mostrar con lujo de detalles lo grande, pero efectivamente chiquita que es en esencia su hombría-, levantado en brazos, con una oreja o un rabo en sus manos ensangrentadas.

En un viaje reciente al Ecuador fui testigo de una manifestación multitudinaria de toreros, picadores, dueños de haciendas y vendedores ambulantes, protestando en contra de un plebiscito que promueve el Gobierno de Correa, para abolir esas prácticas sádicas. Alegaban allá, lo mismo que acá hace algunos meses ante la Corte Constitucional: que se está agrediendo su derecho al trabajo, que se está violando el derecho a la libre expresión de la cultura. Si eso es cultura, bienvenida la censura; si eso es trabajo, bienvenida la violación del derecho a los violadores de seres indefensos. Y, por supuesto, se incluyen también acá las famosas galleras, peleas de perros y cuanto reducto quede del famoso circo romano, de esa herencia cultural del viejo continente.

Es una tradición, insisten los promotores de estas orgías de sangre. Pues déjenme darles una noticia: incluso en el país cuna de esta tradición, se han dado pasos para acabarla: ya en Cataluña están prohibidas las corridas de toros. Aunque no lo crean, todavía pueden evolucionar, todavía pueden demostrar que sus cerebros pueden superar a los de los dinosaurios. Espero que en el vecino país los resultados sean más efectivos que el patético fallo sobre la materia de nuestra honorable Corte Constitucional.

Se acerca la semana santa, y con ella vuelve a aumentar el tráfico ilegal de especies endémicas, supuestamente protegidas por la legislación. Regreso triste de un viaje por los lados del Sur de Bolívar, donde evidentemente la legislación y acción del Estado no llega. En mi nota pasada escribía de cómo la población sufría en esas zonas por la ausencia de apoyo real, y abogaba por ella. Pues en esta ocasión tengo que escribir, precisamente, en contra de esa población. Ya en las carreteras le ofrecen a uno huevos de iguana cocidos, bolitas pequeñas amarillas, que extraen de las iguanas vivas mediante un tajo. Las menos afortunadas terminan en la sartén, como me lo explicaba un lugareño, a las más afortunadas les cosen la panza y vuelven y las echan a la ciénaga. ¿Probabilidades de sobrevivir? Dudo mucho que sean muy amplias…

El ponche (chigüiro) también forma parte del menú de estas festividades. Y los galápagos (tortugas), que venden por doquier en los pueblos y riberas del río Magdalena. Atajos de seis especímenes vivos, de apenas cuatro meses de edad y un cuarto del tamaño que podrían alcanzar en edad adulta, unidos mediante pitas, para ser comprados en veinte mil pesos la media docena. Animales protegidos por la legislación, comprados por analfabetas e ignorantes para seguir con la tradición de comérselos, especialmente el jueves santo. No soy muy docto en la materia, pero no me acuerdo de haber leído en parte alguna que Jesús estuviera en la última cena repartiendo sopa de galápago, acompañada de huevos de iguana …

Mientras terminaba de escribir esta nota, veía una noticia en Caracol TV donde se evidenciaban los grandes decomisos que estaba haciendo la policía ambiental en aras de proteger la fauna amenazada, las supuestamente especies protegidas. Las cámaras mostraban pieles de todo tipo y, claro está, entro otros, galápagos vivos que volvían a soltar en los ríos. Eso está bien. Pero, me pregunto yo, en vez de decomisar pieles y animales, ¿no sería más efectivo intervenir directamente las zonas donde se practica la caza ilegal?

Digo, en esos lares todos saben quiénes, cómo y en dónde se practican esas masacres. Y no es necesariamente en quebraditas ocultas en la manigua, ni se trata de transacciones secretas bajo el amparo de la oscuridad de la noche. No. A solo tres minutos de una ciudad como Magangué ve uno como decenas de pobladores pican con varas el fango, buscando los atesorados galápagos, los atan y echan en camiones. Al frente de la catedral de esa ciudad, colindando con el puerto, están los nefastos mercaderes con sus presas en costales, adelantando sus macabras transacciones.

Está bien: no hay más oportunidades para las gentes de allá y será su única forma de subsistir. Hacen falta acciones contundentes para proteger a los animales y promover sustentos alternos a los pobladores. Pero eso serán acciones que quedan en manos de nuestra dirigencia y de autoridades, que se regodean en las orgías de sangre en plazas de toros. Se me viene a la mente el viejo chiste de cuando dios repartió las riquezas en el mundo y sus ángeles incrédulos insistentemente le preguntaban que por qué todo para Colombia, que por qué no repartía algo en otras partes de lo mucho que daba a nuestro país, hasta que dios exasperado les respondió: “espérense a ver la calase de #$%&! que pondré a dirigir ese país”… es toda una desgracia animal.

martes, 25 de enero de 2011

La vergüenza de la prolongada ola invernal

Se ha dicho de todo y, finalmente, echado la culpa al tristemente célebre Canal del Dique, que terminó por inundar lo que el invierno no pudo arrasar por cuenta propia. Pero eso apenas resultó ser la gota que terminó derramando el vaso. Es una realidad triste, por la que cientos de miles de campesinos pobres terminaron siéndolo aún más. Pero lo más triste es que la noticia apenas fue noticia con el episodio del Canal del Dique: antes no se hablaba –realmente- mucho del tema, y es una vergüenza absoluta.

Recientemente tuve la oportunidad de efectuar un recorrido por algunos de los municipios anegados, en el Sur de Bolívar, con el fin de preparar una acción humanitaria. Nuestro periplo comenzó en la ciudad de Cartagena, algún sábado a las 4 de la mañana y en una camioneta recorrimos la vía hasta Magangué. He de admitir que tenía mis reservas con el viaje, especialmente por aquello de tener que pasar por los Montes de María. Tantas noticias a lo largo de muchos años sobre las “pescas milagrosas”, balaceras y masacres, me dejaban cierta duda. Pero hay que reconocer que definitivamente las acciones de la fuerza pública -derivadas de la Política de Seguridad Democrática- tuvieron sus resultados: no se presentó ningún percance ni incidente raro y, por fortuna, no vimos a nadie de camuflado con botas de caucho.

La vía es casi perfecta -mejor que muchas de las calles de Bogotá, claro que para eso no falta mucho, pero bueno, ese es otro tema – y en cuestión de cuatro horas llegamos a nuestro destino. Ahí nos tocó embarcar en una lancha rápida, dispuesta para este periplo maratónico: en dos días recorrer y entrevistarnos con las autoridades locales de cinco de los más afectados municipios del Sur de Bolívar, como ya lo anotaba. Comenzó nuestro viaje por el río Magdalena, observando sus turbias aguas, de vez en cuando troncos y basura sobre sus olas, buchón y una que otra res muerta flotando, con un chulo a bordo.

A lo largo de horas observábamos kilómetros de ribera, con vegetación multicolor que tercamente se resiste al capricho de las aguas del río, aves de todos tipos, iguanas, peces saltarines, insectos, tortugas –o galápagos que llaman allá-, un espectáculo completo, acompañado de decenas de canoas de los pescadores que, humildemente, pretenden lograr su sustento diario con unas líneas llenas de anzuelos.

Y así hicimos el recorrido en un fin de semana, reuniéndonos con las autoridades locales. Al menos en cuatro de los cinco municipios previstos, porque en uno de ellos no hubo forma: ni Alcalde, ni Primera Dama, ni Secretario de Salud, ni Gerente de Hospital; ninguno vive de manera permanente ahí. Aparecen entre semana, pero viven en otras partes, y no es resultado de la ola invernal. Esa es la realidad local de ese municipio, con muchas necesidades. En fin…

En cada municipio veíamos los estragos que dejó el agua en gran parte de los mismos. Marcas oscuras, barniz eterno en las paredes, que son testimonio de hasta dónde se habían inundado. Y claro, algunos reductos de charcos, con infinidad de mosquitos, que serán la nueva plaga: si antes los agobiaban las aguas, ahora aparecerán las enfermedades respiratorias, infecciones de piel, dengue…

Pero bueno, el tema de mi nota no es la terrible tragedia por la que pasaron –sobre eso hay muchísima documentación en los noticieros-, sino el tiempo que duró la misma, de lo cual –infortunadamente- poco se habla. La noticia solo cobró importancia pública con el “episodio” del reventón del Canal del Dique, pero eso apenas sucedió a lo último. La gran mayoría ya llevaba, léase bien, fácilmente seis meses inundados, antes de que se les “pararan bolas”, como se dice popularmente.

Seis meses comiéndose el agua las paredes de bareque, enceres, esperanzas y ahorros de toda una vida de los habitantes, sin que el Estado hubiese hecho –según cuentan las autoridades- presencia alguna en ese lapso de tiempo. Solo el desastre del Canal del Dique pudo hacer el “milagro”, no de salvarlos, sino de ser vistos y escuchados. Seis meses de efecto del agua arruinando cosechas y volviendo inservibles las tierras; seis meses al cabo de los cuales a las reses que sobrevivieron se les pueden contar las costillas en sus demacrados cuerpos...

Es simplemente la dinámica anual. Tragedia que se repite con cada ola invernal, año tras año: gentes desplazadas por las aguas, viviendo en cambuches de plástico negro, acomodados en los lugares más altos de esas tierras, que muchas veces son las mismas carreteras que unen a los pueblos –ahora destruidas en muchas partes por el efecto del agua-. Plásticos fijados de cualquier forma en cualquier palo; familias enteras durmiendo y cocinando en –quizás- seis o siete metros cuadrados, junto con lo poco que pudieron salvar del agua.

Así, durante seis meses, sin mayor atención y ayuda del Estado, salvo de las Fuerzas Armadas que han hecho mucho más de lo que habitualmente nos enteramos (es notable el gran esfuerzo que hacen: no solo para salvaguardar la seguridad, sino con acciones sociales de verdad; brigadas de asistencia humanitaria que movilizan hacia todas las partes: médicos, psicólogos, trabajadores incansables, que cubren las zonas estoicamente).

Y por supuesto ahora, precisamente por la ruptura del Canal del Dique, también de algunas entidades gubernamentales que vienen adelantando acciones puntuales para la atención de la población. Pero eso es circunstancial. ¿Cómo se puede explicar eso? ¿Cómo es posible que durante tantos meses miles de personas vivan literalmente con el agua al cuello y no se haga nada?

Un amigo el otro día me hacía la siguiente reflexión: con todo lo que implica la catástrofe de esta ola invernal y los cientos de municipios anegados, el PIB no se ha movido un solo punto en estos meses, lo cual demuestra que estas zonas poco o nada contribuyen al mismo. Y eso, posiblemente, lo explica: solamente se han arruinado los cultivos de pancoger y apenas se han perdido algunos cientos de cabezas de ganado de las grandes haciendas de la zona del Magdalena y uno que otro animalito de los damnificados… Explicaría el porqué no se le presta mayor atención a esta desgracia anual pero, de forma alguna, lo justificaría.

Claro que, por otro lado, están los que dicen que inversiones sí se han hecho, y que históricamente se han destinado recursos para construir los diques y muros de contención, pero que la corrupción local se los ha comido; que los alcaldes no han asumido su responsabilidad por la tarea no hecha oportunamente. Puede que tengan razón. Pero, igual, no da solución a esta tragedia.

La realidad es que mientras no se presenten inversiones efectivas en buenas y definitivas soluciones, por lo pronto las aguas bajarán y la increíble resiliencia de los pobladores les permitirá que vuelvan a comenzar; hasta dentro de seis u ocho meses, cuando toda esta historia se repetirá de nuevo… Lo dicho: ¡Una vergüenza!

miércoles, 19 de enero de 2011

Los jóvenes y jóvenas

No. No es un error mío. Tal cual como lo leen, salió en una noticia televisada del canal RCN a las 7 y 29 de la mañana, en su emisión del 12 de enero de 2011: "25.000 jóvenes y jóvenas serán incorporados a la policía..." anunció la reportera que, para efectos de protección, de su honra, de su buen nombre, solamente llamaré “Luisa”.

Y bien, Luisa se enredó con la moda de tratar de ser incluyente en el uso del lenguaje, uso que ha venido evolucionando a partir de los movimientos feministas, reducto de la “revolución de la píldora” de los sesentas… Aclaro acá, de una vez, antes de que se me vengan encima tan respetables integrantes de estos colectivos, que no soy ni misógino, ni machista, ni nada por el estilo. Comparto y defiendo la equidad de género. Pero para el caso de la presente nota, simple y llanamente, soy un cronista de los hechos: del hecho de que en el español existen unas reglas que no se deben ignorar, así sea por el noble propósito de hacer visible al género femenino (léase sexo dentro de este contexto) en el manejo idiomático.

Y es que esta abominable práctica ha hecho carrera en todos los ámbitos -reitero que no me refiero al de la práctica de la equidad de los géneros femenino y masculino en términos biológicos, sino al del maltrato idiomático, al de los géneros gramaticales en el español-, no solo de profesionales como nuestra Luisa, sino también de políticos (algunas con turbantes), sociólogos, y muchos otros tantos que, para tratar de ser “incluyentes”, no se dan cuenta de lo ridículo y erróneas que resultan ser algunas de sus frases.

Hace algunos años, por ejemplo, me encontraba en un seminario que precisamente abogaba por los derechos de las mujeres, (las) jóvenes y niñas. Y una de las expositoras comenzó así su intervención: “Quiero dar un saludo a todos y todas los y las presentes en este auditorio…” y más adelante, en una de tantas frases redundantes, incluso afirmó que “los miembros y las miembras de los hogares colombianos…” y así continuó su discurso interminable.

Y no solo fue interminable por lo largo, en sí mismo de su disertación, sino por el hecho que por su uso de las continuas referencias incluyentes de “los y las” acompañado de las terminaciones “os y as” -para citar algunas- terminó doblando el tiempo requerido para expresar sus ideas, amén de la de reducir la capacidad para transmitir claramente las ideas, del embotellamiento de las sinapsis en el momento de la comunicación neuronal ante tanto exceso inútil de información, que se podría catalogar, hoy en día, como SPAM por los estragos que producen sus efectos… En fin: su discurso giraba precisamente alrededor de la “exigencia de la equidad de género en el uso del lenguaje mediante la explicitación de lo femenino en todos los ámbitos, escritos y orales”.

Mientras ella hablaba, me ponía a pensar: si la moda ahora es feminizar las palabras (y sus artículos) supuestamente masculinas -según lo afirman las defensoras de esta manía- para ser incluyentes de verdad, ¿no debería suceder también al revés? Digo, pienso, humildemente opino: si la intención es lograr una equidad de verdad ¿no debería aplicarse también a la inversa?

Y, por supuesto, finalizada su intervención, ya en un momento de los importantes “pausa café” anunciado en el programa del evento (horrible adaptación errónea del coffee break inglés, pero eso es otro tema, no para hoy), se lo expresé: “Doctora” –le dije- “su intervención fue excluyente y, como hombre, me siento maltratado. Considero que en su enorme esfuerzo de feminizar las palabras, según usted de género masculino, con el afán de generar inclusión y que fue de tan gran recibo entre las mujeres presentes, los hombres terminamos siendo excluidos. Exijo, en su mismo tenor, que de ahora en adelante usted en sus intervenciones no solamente hable de “la persona”, sino también de “el persono”, para sentirme incluido, o de “el criaturo y la criatura” para no excluir a los niños de sus ideas”.

Obvio, no hace falta describir los rayos (¿y las rayas?) y centellas (¿y centellos?) que salían de sus ojos (¿y ojas?) ante mi “exigencia”, ni decir que –prácticamente- tuve que salir escoltado de la policía del recinto para evitar ser linchado por las demás personas (acá no aplican “los personos” que, realmente –como suele suceder en estos espacios-, somos pocos) que presenciaron nuestra conversación. En fin…

Desconoce la doctora en referencia, así como nuestra Luisa, que en el español existen distintos géneros que son, digamos, asexuados, es decir: no tienen ninguna relación con que se trate de hombres o mujeres. Reglas precisas, que permiten que el idioma fluya de manera clara y armónica, sin necesidad de estar redundando o atropellando el idioma.

No hay que ser muy docto en la materia, para saber que el género masculino gramatical no solo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos, como bien lo señala la Real Academia de la Lengua –RAE [1]. Cuando, por ejemplo, se dice, que “el perro es el mejor amigo del hombre”, claramente se refiere a que las perras también lo son, además también para las mujeres. Es decir: la frase “el perro y la perra son el y la mejor amigo y amiga del hombre y de la mujer” es un exabrupto, innecesario, redundante, ridículo…

Y, por supuesto, mis ejemplos de “persona y persono” o “criatura y criaturo” también carecen de fundamento, ya que son epicenos. Pero eso –estoy seguro- no lo sabía ni la doctora, ni nuestra Luisa…

Ahora, volviendo al ejemplo del “perro como mejor amigo del hombre”, infortunadamente en el uso cotidiano el uso distintivo entre perro y perra puede tener otro significado. Todos, al menos en Colombia, sabemos que no es lo mismo referirse a alguien como, por ejemplo, zorro o zorra. Mientras que en el primer caso se refiere popularmente a una persona sagaz y astuta, el segundo caso, en fin, puede significar otra cosa. Igual con perro y perra, pero esto es otro tema –también- no para hoy…

Y bueno: para retornar a la inutilidad de la explicitación de género masculino y femenino, me pongo a pensar en otro caso, el de los refraneros populares. Por ejemplo, cuando se dice que: “Al toro hay que cogerlo por los cachos”, ¿significa eso que a la vaca hay que cogerla (aclaro, que el verbo “coger” se utiliza en el sentido de “agarrar” y no con la acepción que se le suele dar en otros países latinoamericanos), por otro lado –digamos- la ubre? O cuando el ex presidente Uribe hace unos años hizo famoso el dicho de que “vaca ladrona no olvida el portillo”, significaba eso, pregunto yo, ¿que el toro sí sufre de amnesia?... ¡Pues no!

Insisto y aclaro, de nuevo, que no estoy en contra el género femenino, sino que me declaro en contra del mal uso del lenguaje. Sólo se requiere -indica la RAE- del uso de los dos géneros cuando la oposición de sexos es un factor relevante en el contexto. Por ejemplo: la afirmación de que “la proporción de cocineras y cocineros en los restaurantes ha cambiado en la década pasada” es clara e indica que entre mujeres y hombres la tendencia ha cambiado; resulta evidente que se ha presentado un cambio entre las mujeres que cocinan y los hombres que lo hacen.

Pero nada tiene que ver con la torpe afirmación inclusiva que se usa de que “las cocineras y los cocineros cocinan platos deliciosos”… Es inútil, redundante, ridículo…

Finalmente, me quiero referir al uso de la arroba “@” para reducir la forma escrita entre ambos géneros -o sexos- cuyo origen, si mal no estoy,  viene de los colectivos femeninos de México. Frases como “l@s niñ@s” para significar "los niños y las niñas", o su variante “os/as” para significar lo mismo “los/as niños/as” es otro atropello terrible… Amén de que ni la “@” es una letra del alfabeto –impronunciable fonéticamente- la distinción “os/as” tampoco es correcta….

Bien deberíamos entender que el plural en masculino implica ambos géneros. No es necesario, al dirigirse al público, tener que decir: "colombianos y colombianas", "niños y niñas". Subrayo que decir ambos géneros es solo correcto cuando el masculino y el femenino son palabras diferentes, por ejemplo: "mujeres y hombres", "toros y vacas", "damas y caballeros", o para señalar la anteriormente explicada diferenciación entre ambos (cocineros y cocineras)… De resto solo conduce a colisiones en las sinapsis…

El español es un idioma complicado. Tiene muchas más reglas y casos que los descritos acá. Pero todos son claros e invito a que se revisen. Dentro de los otros pocos idiomas que domino, no he encontrado –afortunadamente- este “meollo” artificial introducido por los (¿o las?) colectivos (¿o colectivas?) que “propenden” por la inclusión de las mujeres en su discurso. Todos los demás idiomas son claros, sencillos, incluyentes en sus formas y clases… Por demás –caramba, que coincidencia- al igual que el español, en sus reglas… ¿Para qué complicarlo más, sin ningún sentido? ¿Para qué generar exclusión en búsqueda de la inclusión? No nos atropellemos ni atropellemas… ... ¿algo para pensar?

[1] http://buscon.rae.es/dpdI/SrvltGUIBusDPD?lema=género2