jueves, 24 de marzo de 2011

Rompiendo el código de las mujeres

No sé si se acuerdan de una popular serie de televisión que surgió a mediados-finales de los noventas que se llamaba “Breaking the Magician's Code: Magic's Biggest Secrets Finally Revealed” (Rompiendo el código de los magos: los secretos más grandes de la magia finalmente revelados). En ella, filmada en una locación desconocida, un mago enmascarado acompañado de unas despampanantes modelos usando solo vestidos de baño, hacía los trucos de magia que más han asombrado a la humanidad, incluidos los de los “magos callejeros”, y posteriormente mostraba cómo se hacían, mientras una voz en off los explicaba y culminaba diciendo “ya no es tan asombroso, ahora que ustedes saben cómo se hace”.

Y fue todo un escándalo, hordas de magos salieron a rasgarse sus vestiduras (esta vez de verdad, sin trucos) porque precisamente el código de los magos a lo largo de siglos ha sido ese: no revelar sus secretos. Claro que aún no entiendo cuál fue todo ese alboroto, ni el porqué de la máscara esa negra con rayas blancas con motivo cebra que usaba el mago, si ya años antes en Colombia se habían revelado casi todos: en forma de la cajita titulada “La magia del Mago Lorgia”, pero bueno, ese es otro tema.

Lo que sí es una primicia es una presentación a la que, de manera secreta, fuimos invitados un grupo de hombres. Con los ojos vendados y sentados en un bus, tras andar como 45 minutos en los que alcancé a pensar que se trataría de un paseo millonario y hasta comencé a rezar, afortunada y finalmente arribamos en la mitad de la noche a un hangar oculto en algún lugar de la Sabana de Bogotá.

Sentados en unas sillas rimax frente a una improvisada tarima, esperábamos que fuera a comenzar algo, que no sabíamos qué era aún. Hasta que una voz en off –podría jurar que era la de Florence Thomas, pero no me atrevo a afirmarlo- nos anunciaba que era la primera vez en la historia que los presentes íbamos a ver la cruda verdad, que estábamos en “Rompiendo el Código de las Mujeres: los secretos más grandes de las mujeres para deshacerse de los hombres, finalmente revelados”.

Inmediatamente después salió una persona embutida en una ruana de lana virgen, cubriéndose la cabeza con una pantimedia. “Zás”, pensé, “no nos van a atracar, sino matar”. Pero no, apenas vi unos modelos masculinos salir detrás de ella y usando solamente unas tangas narizonas, supe que nada nos iba a pasar.

Paso a paso, mientras la voz en off narraba, iban poniendo en escena situaciones que, durante generaciones, los hombres hemos padecido, pero sin entender y conocer el mensaje de verdad. Esas situaciones mediante las cuales las mujeres tratan de hacer entender a los hombres que no están interesados en alguno de ellos, pero sin querer “herir sus sentimientos”. Y al final de cada una, la volvían a repetir, pero esta vez la voz en off explicaba el alcance de lo sucedido.

Finalizada la presentación, nos aclararon que eran apenas algunos de los más grandes secretos para espantar a los hombres, que pronto revelarían más y nos llevaron de regreso al lugar desde donde habíamos partido, todos callados, atónitos, estupefactos.

Y bien, dada la imposibilidad de poder exponer un material audiosvisual, solamente puedo presentarles las escenas por este medio escrito, aclarando que solo soy un cronista de los hechos, que hasta ese día jamás las había vivido, pero que en algunos rostros trasfigurados de algunos de mis acompañantes supe que sí les habían sucedido, que sí podían suceder.

Aclarado lo anterior, los dejo con las escenas que nos mostraron esa noche, con “Rompiendo el Código de las Mujeres: los secretos más grandes de las mujeres para deshacerse de los hombres, finalmente revelados

Cine 1: te dicen que quieren ver una película bien rosa, ojalá con un título como "El dolor de las espinas" o "Como la leche para el café – drama de la vida real". Durante la película te codean y no te dejan dormir en paz, mientras lloran y ríen escandalosamente.

Cine 2: te dicen que vayan a ver una película que tú quieres ver. No sabes que ella ya la vio. Te piden que se sienten en la primera fila y te van contando las escenas de la película antes que sucedan con frases como "vas a ver que ahora...", "uy, ahora van a matar a…", mientras riegan torpemente crispetas y gaseosa encima de ti

Cine 3: te dicen que te vayas adelantando para comprar las boletas en “clase preferencial” y que “ya van llegando”. Aparecen media hora después de que la película comenzó, pero insisten en que entren a verla.

Restaurante 1: te dicen que vayan a cenar afuera. Escogen el lugar más caro, piden el plato más caro, prueban un bocado y dicen "me llené" y dejan el resto servido. Te dicen “tan lindo tú haberme invitado” mientras cuentas hasta las monedas para poder pagar la cuenta.

Restaurante 2: las invitas a salir a cenar. Durante toda la velada solo están pendientes de su Black-Berry, escribiendo mensajes de texto y riéndose solas, ignorándote por completo.

Teléfono 1: te llaman cada cinco minutos preguntándote: "¿cómo estás? ¿qué haces? ¿me has pensado?" y cuando no puedes responder, te hacen show diciendo: "¡por qué no me contestaste! Estás con otra...", “qué es más importante, ¿tu trabajo o yo?”…

Teléfono 2: cuando terminan de hablar, te piden que les mandes besos sonoros -no la palabra “besos” sino un sonado smuack- por el teléfono y no cuelgan hasta que lo haces, sin importar que estés en una reunión de trabajo, sin entender la frase “ahora no puedo”…

Lenguaje 1: te hablan melosamente, cuasi bebé, llamándote “papuchis”, “osito”, “bebé” o “papi” y frente a tus amigos o compañeros de trabajo

Lenguaje 2: te comentan lo mucho que les gusta vivir con su mamá que, además, es su “mejor amiga”, que quieren una relación estable, una vida en matrimonio y que cuando se casen van a vivir junto con su mamá

Lenguaje 3: frente a tus amigos te hacen el reclamo de que sienten que ya no la quieres, que no eres “el mismo” en la cama y le piden a tus amigos que den su opinión sobre el porqué de eso

Apariencia personal: cuando están en su trabajo se visten normal pero, en la primera fiesta que tengan cuando estés con tus amigos para presentarlas, llegan vestidas como Marbelle, peinadas como Lady Gaga y maquilladas como Cindy Lauper en los 80s.

Fiesta 1: te piden que las acompañes a una fiesta en casa de una de sus amigas. Cuando llegas, eres el único hombre ahí. Solamente te ofrecen para tomar sabajón de feijoa mientras entre ellas hablan, gritan y ríen sobre sus anécdotas cuando estaban en el colegio.

Fiesta 2: si odias el vallenato, te piden que vayan a un “parrandón”; si te gusta el “heavy metal”, te piden que vayan a una fiesta “con el ‘papito’ de Charlie Zaa”.

Sexo 1: primero te insisten todo el tiempo que no es “tener sexo” sino “hacer el amor” y, estando ya en la cama, gimen como si estuvieran en trabajo de parto, rasguñan tu espalda sin clemencia dejandote cicatrices de por vida y exigen que les grites “cochinadas”.

Sexo 2: al calor del inicio de los acontecimientos te frenan, se retiran discretamente al baño con su bolso, se demoran media hora en él y cuando salen tienen puesta una tanga de cuero tipo leopardo, gorra de cuero Nazi y un látigo en la mano…

Así que, señores, “ya no es tan asombroso, ahora que ustedes saben cómo se hace”.



lunes, 7 de marzo de 2011

La danza de los fariseos

Estamos en época electoral. Y no solo por las elecciones que se avecinan ahora en octubre para gobernaciones y alcaldías, sino por las múltiples asambleas que se deben estar desarrollando, conforme a la ley, para todo tipo de corporaciones, juntas y asociaciones.

Pero las elecciones de unas no distan mucho de las otras, honestamente. En algunas se mueven las danzas de los millones, en otras las de los intereses. Esos intereses que magistralmente define Jacinto Benavente como cordelillos groseros que, junto con las pasioncillas, los engaños y todas las miserias de su condición, los llevan a tristes andanzas…

Es impresionante ver como en estas épocas electorales de asambleas aparecen de nuevo todos aquellos que en el lapso entre una y otra elección no hicieron mucho, para volverse a promocionar - y de seguro volverán a quedar- a seguir de zánganos, ya sea chupando del presupuesto, o para favorecer a sus amigos y sus agendas ocultas… Y, por supuesto, resurgen también aquellos señores feudales de épocas arcaicas, derrotados finalmente en elecciones pasadas por malos, corruptos o mediocres quienes, sutilmente resguardados en sus cuarteles de invierno, se encuentran buscando atacar de nuevo, cautivar al ingenuo, vislumbrando la emboscada perfecta para su presa.

Es en estas épocas cuando florecen las reuniones secretas donde se elucubran las estrategias sucias para tratar de desacreditar a aquellos que sí trabajaron honestamente –porque sí los hay- y donde establecen sus maquiavélicos planes para enlodar, mediante su amplia verborrea, la gestión positiva que amenaza sus pretensiones de poder.

Ya me he referido en múltiples notas anteriores al impacto que puede tener el chisme y el rumor. Es ahora cuando será la puesta en escena, cuando veremos a los magistrales exponentes de la propaganda negra en todo su esplendor… ya se siente en el ambiente…

“El diablo no es como lo pintan” reza el refranero… Y “es puerco”, como decía Don Hermes. Pues así se presentan los personajes a los que me he venido refiriendo. Sonrisas para afuera en público, apretones de manos con quienes piensan enlodar, sin ningún rubor. Pero hay que escucharlos en privado: dan asco. Y como tiran la piedra y esconden la mano, la autoridad legítima poco puede hacer para contrarrestar sus puercas maniobras.

Poco les interesa que la gestión haya sido buena, ni mucho menos que continúe; solamente los mueve regresar al poder para hacer las cosas a la vieja usanza, como era cuando lo tenían y no lo usaron para el bien común, sino para sí mismos. Lo dicho: dan asco.

Qué se puede hacer en estos casos? Pues es sencillo: simplemente informarse con las fuentes adecuadas, olvidarse del poder de referente que tenga el que mueve los cordelillos groseros y hacer caer al falaz. No hay que tragar entero, hay que confrontar a aquellos que dicen lo que dicen con aquellos sobre los cuales dicen lo que dicen. Y de seguro caerán más rápido que un cojo. Pero hay que ponerle freno a la calaña, evitar que siga prosperando, evitar que vuelvan a resurgir.

Ahí les dejo esta reflexión para todos aquellos que en estos días tienen la posibilidad de tomar decisiones trascendentales en sus corporaciones, juntas o asociaciones: no se dejen tentar por los cantos de sirenas -y sirenos-, no se dejen enredar en la danza de los fariseos.